Juan Felipe Carrasco en la sede de Greenpeace, Madrid/revistanatural.com
El informe de la FAO sobre la agricultura sostenible como freno al cambio climático, se tocan diversos palos pero todos muy relacionados, como los mecanismos de desarrollo limpio del Protocolo de Kyoto o las ayudas al campesinado. Desde tu posición en Greenpeace, ¿qué datos puede aportar acerca de los transgénicos en el tercer mundo?
Los transgénicos son una gran mentira. Se han ofrecido como una solución para paliar los graves problemas económicos y sociales en el mundo están convirtiéndose en una herramienta de destrucción de hambre y de destrucción ambiental. Esto es común a Europa pero, sobre todo, a los grandes países en vías de desarrollo. El problema es que no es verdad.
Además, este informe incide sobre el hecho de que la agricultura puede paliar el cambio climático. ¿En qué sentido?
La agricultura es una actividad altamente petrodependiente en nuestros ámbitos occidentales industrializados y, aparte, incorpora enormes cantidades de pesticidas y de abonos. Y de estos abonos, hay una familia, los abonos que proceden del nitrógeno, que son fundamentales en nuestro modelo agrícola ultraproductivista. Este nitrógeno, aparte de que para su elaboración, transporte y aplicación genera grandes cantidades de demanda energética, es decir, de petróleo, después de incorporarse a los suelos, se descompone en gases de NO2, que resultan más dañinos que el propio CO2. Por tanto, una agricultura que reduzca su independencia del nitrógeno será una agricultura que mitigue en parte el cambio climático. Y este modelo agrícola es el que se ha dado hasta hace relativamente pocos años y el que se sigue desarrollando en gran parte del planeta.
Según esta declaración, ¿sería posible que se mitigase el cambio climático con una agricultura más sostenible?
Por supuesto que es posible. Desde Greenpeace somos muy optimistas y creemos que un mundo mejor es absolutamente necesario y urgente. Del mismo modo que decimos que la mejor manera de combatir el cambio climático sería parar inmediatamente la deforestación y el uso masivo de combustibles fósiles, también decimos que, con dejar destruir aquellos modelos agrarios tradicionales y que todavía no están funcionando de manera petrodependiente, sería suficiente. Si, además, conseguimos revertir parte de la agricultura petrodependiente de occidente a una agricultura ecológica basada en la fertilidad de la tierra y no basada en que la tierra sea un mero soporte físico al cual le aplicas químicos, una buena parte del trabajo estaría hecho. Y eso se puede conseguir con modelos más sostenibles.
Greenepace intercepta un cargamento de arroz transgénico/Greenpeace
"La agricultura industrial consume muchos más recusos por unidad de producción que la sostenible"
No obstante, las grandes multinacionales agrícolas esgrimen que este modelo más sostenible significaría volver al tópico de la “agricultura de subsistencia”. ¿Es la agricultura ecológica un modelo económicamente sostenible?
Por supuesto. Económica y desde el punto de vista de rentabilidad ambiental y social. Tenemos que pensar que aquí se manejan dos grandes tópicos. Por una parte, el pensar que el modelo agrícola industrial nos ofrece independencia, pero que realmente nos genera una enorme dependencia de las máquinas, de las semillas, de los pesticidas, etc. Y todo ello debidamente patentado y perfectamente controlado. Por otra parte, la agricultura industrial no es más productiva, sino más productivista y, en cierto modo, por unidad de producción consume muchos más recursos que la agricultura sostenible.
Por tanto, aunque fuera verdad que el maíz industrial produce una tonelada más por hectárea que el no industrial, hay que atender a que se come una a cantidad de recursos que no compensa, ni de lejos, esa tonelada de más. Es decir, que no es más productiva si atendemos al ciclo de producción completo. Pero, lo que no vale, es sólo atenerse a la cosecha; hay que ver también lo que cuesta, económica y ecológicamente, producir esa cosecha.
Este mes, en el suplemento dominical del día de antes a que se presentase su campaña contra el arroz LL-62, ELPAÍS dedicaba su tema central a los alimentos más sanos y los hábitos de vida saludables, pero en ningún momento habló de transgénicos.
Es curioso que ese diario del que hablas, rehúye reiteradamente hablar de transgénicos. Y cuando lo hace, nos dice que son la solución contra el hambre, el sida, las sequías. Pero la realidad es que EL PAÍS no es objetivo en su acercamiento al tema de los transgénicos. En muy pocas ocasiones tiene en cuenta las opiniones críticas, que son muchas. No olvidemos que son cientos de personas relevantes, vinculadas al mundo de la universidad y de la ciencia que les están constantemente diciendo que los transgénicos son un grave riesgo. Y, desgraciadamente, EL PAÍS se hace poco eco de ellas.
Actualmente, en la página web de Greenpeace, se puede leer una moratoria que prohíbe comprar soja proveniente de zonas deforestadas de la Amazonia o de granjeros que han sido forzados a su explotación. ¿Cuáles son las perspectivas para que esta moratoria deje de serlo y se convierta en definitiva?
Sigue siendo una moratoria, fundamentalmente fruto de las campañas de bosque de Greenpeace, que consiguieron que grandes centrales de compras de soja de España y de Europa no la comprasen si tenían su origen en la destrucción reciente del Amazonas o en explotaciones que forzaban a los granjeros. Las probabilidades de que esta moratoria se renueve son altas; en cambio, su conversión en definitiva resulta bastante improbable. De ahí el trabajo constante de Greenpeace.
"Si la Unión Europea aprobase para importación y consumo este arroz, aunque no fuera para cultivo, China e India están a la expectativa de lo que haga Europa para ir detrás."
A propósito del trabajo de Greenpeace, este mes han publicado en su web la primera campaña en contra del arroz transgénico.
Llevamos años trabajando para que el maíz, la soja, el algodón y la colza no sean transgénicos, puesto que son los cuatro grandes organismos transgénicos autorizados a nivel mundial. El arroz, un alimento de una enorme cantidad de la humanidad, pues hay que recordar que más de la mitad de la población come arroz y sólo arroz, sin acompañamiento de ningún otro alimento. El arroz se cultiva en 113 países y es uno de los cultivos fundamentales de la humanidad. Hay una serie de multinacionales, con Bayern a la cabeza –conocida por las aspirinas- que están intentando aprobar en Estados Unidos y en Europa un arroz, el LL62. Este nombre, el Liberty Link 62, proviene de un potente herbicida, el glufosinato, que se va a prohibir en Europa en los próximos dos años por su peligrosidad para la salud.
Pues bien, este arroz está modificado genéticamente para resistir a este herbicida sin morir. Por tanto, consideramos que este arroz es el doble problema de Bayern: por una parte, es un transgénico con todo lo malo que esto supone; por otra, es un transgénico que está diseñado para necesitar enormes dosis de un potentísimo veneno que está a punto de ser prohibido. Así, aunque todavía no está aprobado en ningún lugar del mundo por su peligrosidad, sí que lo está a nivel experimental. Sabemos que aquí en España hay cultivos experimentales de este arroz en el delta del Ebro y también en Barcelona. Si la Unión Europea aprobase para importación y consumo este arroz, aunque no fuera para cultivo, China e India están a la expectativa de lo que haga Europa para ir detrás.
Y si China e India van detrás, lo hace la mitad de la humanidad. Y también lo hace algo así como el 80% de loa población mundial que se alimenta de arroz. Por lo tanto es extremadamente importante que no permitamos la aprobación de esta variedad de arroz. Para ello hemos iniciado esta campaña, Quita tus manos de mi arroz, que supone enviar una carta a la Comisión Europea para pedirle que no apruebe este arroz.
Y si este proceso de prohibir el arroz transgénico va mal en la Unión Europea, ¿cuáles son las probabilidades de que nos encontrásemos este arroz LL-62 en nuestros platos?
Si la Unión Europea aprueba este arroz, de momento sería solo para importación. Y, por tanto, nos lo encontraríamos en la paella o en el arroz con leche. Esto a mí me da mucho miedo porque no hay reunión en torno a la mesa donde no esté presente el arroz. Si permitimos su importación, no tardarán en llegar la implantación de los cultivos.
Hablando de Europa… En los últimos meses parece que Europa ha mostrado tímidos gestos en contra de los transgénicos. Y lo que es más sorprendente, con el apoyo de nuestro país. ¿Cómo define la posición europea respecto a los transgénicos?
Pues sí, tú lo has dicho, muy tímidos. Porque, realmente, se trata de dos países, Austria y Hungría, que tenían implementada una moratoria contra la producción del maíz transgénico que se cultiva en Europa, el MON 810; una producción, que por cierto, nuestro país con su Gobierno socialista al frente, encabeza. En definitiva, estos dos países habían interpuesto una moratoria que la Unión Europea quería eliminar. Y para ello, convocó, por cuarta vez, a la Comisión Europea para que votasen. En esta votación, España, que había mantenido durante semanas su posición de votar en contra de esa moratoria y de la soberanía de estos países, cambió a última hora su postura y votó en contra. Del mismo modo, sería coherente que España prohibiese el cultivo de este maíz en nuestro país. Si estos países europeos lo han hecho, es porque se basan en estudios científicos que demuestran los graves riesgos de estos alimentos para la salud. Y daños que no sólo ocurren en Austria y Hungría, sino que ocurren en todos los lugares, incluida España.
¿Conoce alguno de los efectos revelados por esos estudios austriacos?
Sí, en efecto. Austria ha demostrado que estos maíces, el MON 863, que es una variante del MON 810 que se cultiva en España, afecta gravemente a la composición de la sangre y al funcionamiento del hígado. Además, la Universidad de Austria, meses después, demuestra que otra variante del MON 810 daña la capacidad reproductora de los ratones. Y sin embargo, ahí lo tienes: discutiendo sobre la aprobación y autorización de más alimentos transgénicos. Esto dice mucho de las vinculaciones finanacieras, económicas e ideológicas de nuestros gobiernos, sean más o menos neoliberale con la industria agroquímica.
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