Los territorios fértiles de las zonas más pobres del planeta son adquiridos por multinacionales y países ricos con abundante capital y escasez de tierras cultivables. En estos territorios del tercer mundo se desarrollan plantaciones y formas de cultivo insostenibles y dañinas para el medio ambiente. Para combatir estas prácticas, la FAO ha realizado un estudio que revela las ventajas de la agricultura sostenible como freno al cambio climático.
Por Adrián Verdugo (MamáTierra en Ceropretensiones)
Por otra parte, los modelos agrícolas que se imponen en estos territorios resultan muy dañinos para los ecosistemas en los que se encuentran. Este es el caso de las plantaciones de soja, causantes de la destrucción de buena parte de la Amazonia brasileña. Sin embargo, el caso de las plantaciones de aceite de soja resulta todavía más flagrante: la quema de los bosque en Indonesia para reforestar con este tipo de cultivo, genera un 4% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
Por ello, la Organización de la ONU para la Agricultura y Alimentación (FAO) ha realizado un informe que incide sobre el uso de la agricultura sostenible para mitigar el cambio climático en los países en desarrollo. Este informe ha sido presentado en el marco de la conferencia preparatoria de la Cumbre de Copenhague, celebrada hace dos semanas en la ciudad alemana de Bonn.
El documento presentado por la FAO destaca que la agricultura es una fuente importante de emisiones de gases de efecto invernadero, con un 14 por ciento del total a nivel mundial. Este porcentaje aumenta con los cambios en el uso de la tierra, entre los que destaca la deforestación, y que suponen otro 17 por ciento adicional. También expone que, entre 1990 y 2005, las emisiones de la agricultura en los países en desarrollo se incrementaron en cerca del 30%.
Antes estos datos, resulta imprescindible que el nuevo acuerdo mundial sobre el clima que se adopte en Copenhague en diciembre incluya la agricultura. Para ello se deben ampliar los acuerdos de financiación existentes a nivel mundial, como el Mecanismo de Desarrollo Limpio del Protocolo de Kyoto, puesto que éstos no llegando adecuadamente al campesinado de los países pobres. Por tanto, según la FAO, se necesitan mecanismos de financiación más flexibles, que ofrezcan incentivos a los agricultores, de forma que puedan participar en la reducción y eliminación de los gases de efecto invernadero.
Finalmente, con objeto de conseguir este propósito, el informe incide en que las prácticas agrícolas sostenibles ofrecen importantes oportunidades para mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero, y al mismo tiempo, incrementar la productividad agrícola. La retención de carbono en los suelos, a través de una reducción del laboreo, la mejor gestión de los pastizales y la restauración de tierras degradadas, supone la mayor parte del potencial de mitigación en la agricultura. Otras opciones en este sentido incluyen una mejor gestión de los recursos hidrícos y el uso sostenible de la diversidad genética animal.
Una extensión de 1.645 hectáreas de selva deforestada ilegalmente para plantar soja en Brasil/Daniel Beltrá
Las compras de enormes superficies cultivables en países de África, América Latina y el sudeste asiático se han incrementado en los últimos cinco años. La actuación de organismos como el banco Mundial el FMI durante las últimas décadas ha forzado la apertura de los países tercermundistas a los mercados mundiales. Esto ha generado que, con la connivencia de los gobiernos locales, numerosos países con escasez de recursos agrícolas se beneficien del negocio de la tierra y de la especulación generada por los agrocombustibles. Además, estas compras de tierras casi siempre están acompañadas de expropiaciones a los pobladores autóctonos.Por otra parte, los modelos agrícolas que se imponen en estos territorios resultan muy dañinos para los ecosistemas en los que se encuentran. Este es el caso de las plantaciones de soja, causantes de la destrucción de buena parte de la Amazonia brasileña. Sin embargo, el caso de las plantaciones de aceite de soja resulta todavía más flagrante: la quema de los bosque en Indonesia para reforestar con este tipo de cultivo, genera un 4% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
Por ello, la Organización de la ONU para la Agricultura y Alimentación (FAO) ha realizado un informe que incide sobre el uso de la agricultura sostenible para mitigar el cambio climático en los países en desarrollo. Este informe ha sido presentado en el marco de la conferencia preparatoria de la Cumbre de Copenhague, celebrada hace dos semanas en la ciudad alemana de Bonn.
El documento presentado por la FAO destaca que la agricultura es una fuente importante de emisiones de gases de efecto invernadero, con un 14 por ciento del total a nivel mundial. Este porcentaje aumenta con los cambios en el uso de la tierra, entre los que destaca la deforestación, y que suponen otro 17 por ciento adicional. También expone que, entre 1990 y 2005, las emisiones de la agricultura en los países en desarrollo se incrementaron en cerca del 30%.
Antes estos datos, resulta imprescindible que el nuevo acuerdo mundial sobre el clima que se adopte en Copenhague en diciembre incluya la agricultura. Para ello se deben ampliar los acuerdos de financiación existentes a nivel mundial, como el Mecanismo de Desarrollo Limpio del Protocolo de Kyoto, puesto que éstos no llegando adecuadamente al campesinado de los países pobres. Por tanto, según la FAO, se necesitan mecanismos de financiación más flexibles, que ofrezcan incentivos a los agricultores, de forma que puedan participar en la reducción y eliminación de los gases de efecto invernadero.
Indígenas de la Amazonia demarcando sus tierras, para protegerlas de la explotación forestal ilegal/Daniel Beltrá.
Finalmente, con objeto de conseguir este propósito, el informe incide en que las prácticas agrícolas sostenibles ofrecen importantes oportunidades para mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero, y al mismo tiempo, incrementar la productividad agrícola. La retención de carbono en los suelos, a través de una reducción del laboreo, la mejor gestión de los pastizales y la restauración de tierras degradadas, supone la mayor parte del potencial de mitigación en la agricultura. Otras opciones en este sentido incluyen una mejor gestión de los recursos hidrícos y el uso sostenible de la diversidad genética animal.
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